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Cuarta Hora - Las 24 Horas de la Pasión - Luisa Picarreta. Material publicado en you tube por usuario Luisa PicarretMás
Cuarta Hora - Las 24 Horas de la Pasión - Luisa Picarreta.
Material publicado en you tube por usuario Luisa Picarret
Germen
Hermosas contemplaciones, llenas de unción, ternura y cariño a Jesús y a la Santísima Virgen. Te ayudarán a orar, a acompañalos y darles tu amor y tu consuelo.
La Cena Eucarística. De las 8 a las 9 de la noche
CUARTA HORA
Dulce amor mío, incontentable siempre en tu amor, veo que al terminar la Cena Legal,
junto con tus amados discípulos te levantas de la mesa y en unión con ellos elevas el
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Hermosas contemplaciones, llenas de unción, ternura y cariño a Jesús y a la Santísima Virgen. Te ayudarán a orar, a acompañalos y darles tu amor y tu consuelo.

La Cena Eucarística. De las 8 a las 9 de la noche

CUARTA HORA

Dulce amor mío, incontentable siempre en tu amor, veo que al terminar la Cena Legal,
junto con tus amados discípulos te levantas de la mesa y en unión con ellos elevas el
himno de agradecimiento al Padre por haberos dado el alimento, queriendo con esto
reparar todas las faltas de gratitud y suplir por el agradecimiento que no tienen las
criaturas por tantos medios como nos das para la conservación de la vida corporal. Por
eso Tú, oh Jesús, en todo lo que haces, tocas o ves, tienes siempre en tus labios las
palabras: "¡Gracias te sean dadas, oh Padre!"

También yo, oh Jesús, unida a ti tomaré la palabra de tus mismos labios y diré siempre
y en todo: "Gracias, oh Padre, por mí y por todos", para continuar yo la reparación por
las faltas de agradecimiento.

Mas, oh Jesús, tu amor parece no darse tregua, veo que de nuevo haces sentarse a
tus amados discípulos, tomas una palangana con agua y ciñéndote una blanca toalla te
postras a los pies de los Apóstoles en un acto tan humilde que atrae la atención de
todo el Cielo y lo hace quedar estático. Los mismos Apóstoles se quedan casi sin
movimiento al verte postrado a sus pies... Pero dime, amor mío ¿qué quieres, qué
pretendes con este acto tan humilde? ¡Humildad nunca vista y que jamás se verá!

"¡Ah hija mía, quiero todas las almas y postrado a sus pies como un pobre mendigo las
pido, las importuno y llorando les tiendo mis insidias de amor para ganarlas! Quiero,
postrado a sus pies, con este recipiente de agua mezclada con mis lágrimas lavarlas de
cualquier imperfección y prepararlas a recibirme en el Sacramento. Me importa tanto
este acto que no quiero confiar este oficio a los ángeles, y ni aun a mi querida Mamá,
sino que Yo mismo quiero purificar hasta las fibras más íntimas de los Apóstoles, para
disponerlos a recibir el fruto del Sacramento, y en ellos es mi intención preparar a todas
las almas.

Quiero reparar por todas las obras santas, por la administración de los Sacramentos y
en especial por las cosas hechas por los Sacerdotes con espíritu de soberbia, vacías
de espíritu Divino y de desinterés. ¡Ah, cuántas obras buenas me llegan más para
deshonrarme que para darme honor! ¡Más para amargarme que para complacerme!
¡Más para darme muerte que para darme vida! Estas son las ofensas que más me
entristecen. Ah sí, hija mía, hija mía, enumera todas las ofensas más íntimas que se
me hacen y dame reparación con mis mismas reparaciones y consuela mi corazón
amargado."

¡Oh afligido bien mío! Tu vida la hago mía y junto contigo quiero repararte por todas
esas ofensas. Quiero entrar en todos esos lugares más íntimos de tu corazón divino y
reparar con tu mismo corazón por las ofensas más íntimas y secretas que recibes de
tus predilectos. Quiero, oh Jesús mío, seguirte en todo, y en unión contigo quiero girar
por todas las almas que te han de recibir en la Eucaristía y entrar en sus corazones. Y
junto con tus manos las mías y con esas lágrimas tuyas y con el agua con que lavaste
los pies a tus Apóstoles lavemos las almas que te han de recibir, purifiquemos sus
corazones, incendiémoslos, sacudamos de ellos el polvo con que están manchados, a
fin de que, al recibirte, Tú puedas encontrar en ellas tus complacencias en lugar de tus
amarguras.

Pero mientras estás todo atento lavando los pies de los Apóstoles, te miro y veo otro
dolor que traspasa tu corazón santísimo. Estos Apóstoles representan para ti a todos
los futuros hijos de la Iglesia. Cada uno de Ellos representa la serie de cada uno de los
males que iban a haber en la Iglesia y, por tanto, la serie de cada uno de tus dolores...
En uno, las debilidades; en otro, los engaños; en otro, las hipocresías; en otro, el amor
desmedido a los intereses... En San Pedro, la falta a los buenos propósitos y todas las
ofensas de los Jefes de la Iglesia; en San Juan, las ofensas de tus más fieles; en
Judas, todos los apóstatas, con la serie de los graves males causados por ellos...

Ah, tu corazón está sofocado por el dolor y por el amor, tanto que no pudiendo
sostenerte, te detienes a los pies de cada Apóstol, rompes en llanto y ruegas y reparas
por cada una de esas ofensas y para todos imploras el remedio oportuno.
Jesús mío, también yo me uno contigo, hago mías tus súplicas, tus reparaciones, tus
oportunos remedios para cada alma y quiero mezclar mis lágrimas con las tuyas para
que nunca estés solo sino que me tengas siempre contigo para dividir tus penas.

Pero mientras prosigues lavando los pies de los Apóstoles veo que ya estás a los pies
de judas. Siento tu respiro afanoso, veo que no sólo lloras, sino que sollozas, y
mientras lavas esos pies los besas, te los estrechas al corazón y no pudiendo hablar
con la voz, porque te ahoga el llanto, lo miras con tus ojos hinchados por las lágrimas y
con el corazón le dices: "¡Hijito mío, ah, te ruego con la voz de mis lágrimas: No te
vayas al infierno, dame tu alma, que a tus pies postrado te pido! Dime, ¿qué quieres?
¿Qué pretendes? Todo te daré con tal de que no te pierdas. ¡Ah, evítame este dolor, a
Mí tu Dios!"

Y te estrechas de nuevo esos pies a tu corazón... Pero viendo la dureza de Judas, tu
corazón se ve en apuros, tu amor te ahoga y estás a punto de desfallecer...

Corazón mío y vida mía, permíteme que te sostenga entre mis brazos. Me doy cuenta
de que estás son tus estratagemas amorosas que usas con cada pecador obstinado...
Ah, te ruego, corazón mío, mientras te compadezco y te doy reparación por las ofensas
que recibes de las almas que se obstinan en no quererse convertir, que recorramos
juntos la tierra y donde hay pecadores obstinados démosles tus lágrimas para
enternecerlos, tus besos y tus abrazos de amor para encadenarlos a ti, de manera que
no te puedan huir, y así te consolaré por el dolor de la pérdida de Judas.

Jesús mío, gozo y delicia mía, veo que tu amor corre, que rápidamente corre. Doliente
como estás te levantas y casi corres a la mesa, donde está preparado el pan y el vino
para la consagración. Veo que tomas un aspecto todo nuevo y nunca antes visto, tu
Divina Persona toma un aspecto tierno, amoroso, afectuoso; tus ojos resplandecen de
luz más que si fueran soles; tu rostro, encendido, resplandece; tus labios, sonrientes,
abrasados de amor; y tus manos, creadoras, se ponen en actitud de crear... Te veo,
amor mío, todo transformado. Parece como si tu Divinidad se desbordara fuera de tu
Humanidad.

Ah Jesús, este aspecto tuyo, nunca visto, llama la atención de todos los Apóstoles,
quienes subyugados por tan dulce encanto no se atreven ni siquiera a respirar. La
dulce Mamá corre en espíritu al pie de la mesa, del altar, a contemplar y a participar en
los prodigios de tu amor. Los ángeles descienden del Cielo y entre ellos se preguntan,
"¿qué pasa?..." Son verdaderas locuras, auténticos excesos: ¡Es Dios que crea, no el
cielo o la tierra, sino a Sí mismo... ¿Y dónde? En la vilísima materia de un poco de pan
y un poco de vino.
🙏 🙏