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De reinas y gobernantes

De reinas y gobernantes

Bruno, el 11.09.22 a las 8:53 PM

Estos días, parece que el fallecimiento de la Reina de Inglaterra, que en paz descanse, ha sido el tema estrella. Muchos elogios, bastantes críticas, numerosas faltas de respeto e infinidad de tonterías, como era de esperar en las redes sociales, donde no rige el viejo adagio, de mortuis nil nisi bonum. A mi entender, sobre la persona de Isabel II, Reina del Reino Unido, Australia, Canadá y una larga lista de otros países, lo más apropiado es rezar por que Dios se apiade de su alma, como uno pide para cualquier otro ser humano que haya fallecido. A fin de cuentas, al juicio de Dios todos vamos como venimos al mundo: desnudos, sin corona, dinero o fama que nos protejan y muy necesitados de la misericordia divina.

Dicho eso, me parece una buena ocasión para pensar un poco en la autoridad actual y los que la ejercen. ¿Qué pide hoy el mundo a los que mandan? Y, sobre todo, ¿qué es lo que no tolera hoy el mundo en los que ejercen autoridad?

Podrían decirse muchas cosas sobre esta cuestión, por supuesto, pero centrémonos en la más importante: el mundo tolera que el que manda sea religioso, siempre que se trate de una religiosidad fundamentalmente privada, que no afecte a nada importante y que no pretenda que eso que cree es verdad y otras creencias son falsas. Es decir, a condición de que se trate de una religiosidad meramente folklórica, sentimental o nominal.

¿Significa eso que el mundo de hoy no es religioso? Claro que no. Significa exactamente lo contrario. El ser humano no puede no ser religioso. Es como si un árbol pretendiese ser una montaña o el color verde se hiciera pasar por blanco. Hablar de un ser humano o un mundo no religioso carece de sentido. Lo que sucede es que, en la actualidad, predomina en el mundo una nueva religión de Estado, que los gobernantes y todos los gobernados deben defender a tiempo y a destiempo, sin apartarse nunca de su ortodoxia.

El problema es que es una religión desviada, una seudorreligión poscristiana que se ha vuelto loca y que ha cambiado las verdades eternas por las modas de cada año, la ley natural por la tiranía del placer, la razón por el sentimiento, la obediencia por el “a mí nadie me dice lo que tengo que hacer, excepto los que deciden lo que tengo que pensar”, el infierno por crisis apocalípticas sucesivas que solo el gobierno omnipresente y paternalista puede evitar y la esperanza del cielo por el miedo a la muerte. Quizá la mejor demostración de ello sean los ateos que vienen por el blog y que, casi sin excepciones, defienden a capa y espada esa religión moderna sin ser conscientes de ello.

No es extraño que nuestros gobernantes sean tan manifiestamente mejorables. A fin de cuentas, son hijos de su tiempo y no hay dogma más estrecho e incuestionable que el dogma oculto que no sabemos que creemos; no hay peor tiranía que la que se ejerce en nombre de la libertad, no hay mayor intolerancia que la de la tolerancia arbitraria y selectiva, y no hay fanatismo más dañino que el de la religión desviada y contrahecha. Abandonar la fe católica no sale gratis y basta mirar a nuestros gobernantes para darse cuenta de ello.

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