EL ADVIENTO O LA CORONA Con el Primer Domingo de Adviento, la Santa Iglesia Católica, inicia un nuevo itinerario litúrgico, así como el primero de enero inicia el nuevo año del calendario gregoriano …Más
EL ADVIENTO O LA CORONA

Con el Primer Domingo de Adviento, la Santa Iglesia Católica, inicia un nuevo itinerario litúrgico, así como el primero de enero inicia el nuevo año del calendario gregoriano, así el calendario litúrgico inicia con tiempo de Adviento.

Los cuatro domingos de Adviento, forman parte del ciclo de Navidad, son una preparación a la Natividad del Señor, por eso decimos Navidad, ya que significa Natividad del Señor o Nacimiento del Salvador…

La Liturgia cambia completamente de aspecto, los ornamentos sacerdotales son de color morado y los textos de la Misa hacen alusión a la penitencia, al cambio de vida, a la conversión…, y así estar preparados, como los pastores, a la Natividad del Señor.

El tiempo del Adviento, Adventus en latín, es un tiempo de espera, de preparación, de conversión; el modernismo ha reducido a una guirnalda mal llamada “corona de Adviento”, que nada tiene que ver con la Natividad del Señor.

El Adviento no empieza encendiendo la primera vela, ni termina con la última vela de la mal llamada corona de Adviento. Sino que empieza con la espera del Salvador y termina con la vigilia de Navidad, siempre en ese espíritu de preparación y conversión.

Una preparación que consiste, en ordenar tu vida de pecado, hacer una buena confesión general, una reconciliación familiar, etc.

El Adviento tiene sus raíces profundas en los evangelios, la mal llamada corona de adviento y el árbol de navidad, tienen sus raíces en el mundo pagano.

Celebrar el Adviento, quiere decir prepararse a la llegada del Salvador, prepararse a celebrar un aniversario más de su Natividad en la Cueva de Belén… Por eso las familias cristianas, empiezan a preparar el nacimiento de Navidad, porque este nos recuerda el motivo y el fin de nuestra espera, de nuestra preparación, el contemplar al Emanuel, al Dios con nosotros, a nuestro Salvador.

El Adviento también es nuestro adviento de cada día, ya que siempre debemos vivir preparados, en el camino de la conversión, en esa espera de que Dios nazca en nuestro corazón, y así, también es Navidad cada vez que recibimos a Dios en la Sagrada Eucaristía.

El Señor vendrá por segunda vez, así lo rezamos cada domingo en el Credo, y en consecuencia, nuestra vida tiene que ser un constante adviento: debemos vivir en oración, en ese espíritu de penitencia, de mortificación, de conversión, etc.

Qué pena para aquellos que vivieron pensando en preparar la corona y el árbol y nunca prepararon su vida, nunca se convirtieron, nunca se confesaron; entonces verán con tristeza demasiado tarde, la llegada del Salvador, que vendrá sobre las nubes del cielo con poder y gloria para juzgar a los vivos y a los muertos.

Hagamos el esfuerzo por celebrar una verdadera Navidad, y que verdaderamente, Dios, sea el centro de nuestra fiesta, de nuestro hogar y de nuestra vida.