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Panorama Católico Internacional de Argentinawww.panoramacatolico.info/articulo/por-qu-tanta-co…"Otra muestra, otro botón
El botón, ya se sabe. La muestra, lo sucedido en Córdoba, la llamada “ciudad docta” por sus universidad y colegios que vienen de la época española, a la que la canción popular llamó no hace mucho “antigua y religiosa”.
En Córdoba, Argentina, dos mujeres ignotas, sin relevancia política ni económica, que conforman una pareja de lesbianas -“legalmente casadas” según declaraciones del arzobispo de la ciudad, Mons. Ñáñez- lograron que se admita al bautismo a la hija de una de ellas. El prelado dejó crecer la ola mediática en silencio, en particular
no negó hasta las vísperas mismas del bautismo que las implicadas recibirían el sacramento de la “confirmación”, algo que les está vedado por su condición de pecadoras graves, quienes lejos de manifestar compunción, se enorgullecieron ante cuanto medio les dio micrófono (y fueron muchos) de su condición, y llamativamente preocupadas por el alma de la niña no cesaron de “reclamar sus derechos” al bautismo.
En otro lugar hablamos de los motivos por los que debía negársele.
Hasta el más ingenuo en materia política podría haber sospechado que esto era una “operación” planificada y dirigida por el “gay power” con respaldo local de alguna de sus asociaciones adheridas. Mons. Ñáñez, en cambio, siempre vio las cosas de otra manera.
La ceremonia del bautismo se realizó, la de la confirmación no. La primera terminó siendo un show lésbico-gay con el patrocinio moral de la presidente de la Nación -“madrina” de la criatura- y el arzobispo acusando a los diarios y portales
web de “inventar el caso” cuando –sea porque nunca pensaron hacerlo o porque se arrepintieron al ver la resistencia de los fieles- se canceló la dichosa “confirmación”. Todo esto en medio de la Catedral de Córdoba, una de las más antiguas del país, que además supo ser sede primada durante muchos años, con proliferación de besuqueos lésbicos y gran cantidad de prensa frente al venerable retablo.
¿Qué beneficio obtiene un arzobispo en medio de estos zarandeos mediáticos y dislates doctrinales? ¿Forma él mismo parte del “colectivo gay”? Es una explicación corta, si acaso cierta. Bien se cuidó las espaldas llamando a Roma y obteniendo una aprobación del Card. Cañizares, uno de los prelados más “conservadores” que ha subsistido de la era Benedicto. Pero pagó con desprestigio entre la parte sana de la feligresía y del clero. ¿Por qué?
Lo mismo podría preguntarse de CFK, que no las tiene todas con ella en estos días, aunque su caso involucra conductas sospechosas de patología. Su difunto marido, Néstor Kirchner, sin embargo, actuó en el mismo sentido. Él tenía una clarísima idea de cómo crear y sostener el poder político, y siendo diputado solo asistió una vez a la cámara: fue
para votar a favor del “matrimonio igualitario”, que corría riesgo de fracasar en su trámite parlamentario. A los pocos meses cayó muerto, digamos al pasar. ¿Por qué tanto involucramiento en este tema que da pocos votos y muchos dolores de cabeza?
Para ese momento, el Arzobispo de Buenos Aires, hoy papa Francisco, puesto en el predicamento de liderar la oposición a la pseudo ley de pseudo matrimonio, escurrió el bulto a la confrontación, desinflando toda iniciativa de los fieles y parte del clero en contra de esa ley inicua, escondiéndose detrás de lo hábitos de unas monjas carmelitas.
Y luego, ya papa, produjo la declaración que lo catapultó al
top ten de los personajes alabados por los medios de comunicación liberales, ateos y anticatólicos del mundo, o sea, la gran mayoría. El famoso
“¿Quién soy yo para juzgar?”Tuvo en sus manos un instrumento poderoso para impedir la ley y no lo usó. Y luego, en el colmo de su popularidad, cuando volvía de las JMJ de Río de Janeiro deslumbró al mundo con esa frase tan indulgente que nadie duda haya sido aprobatoria, por más hermenéutica que se empeñen en hacer los que tratan de explicar las cosas por la vía difícil.
Nuevamente nos preguntamos, ¿para qué tanto esfuerzo cuando ante la Iglesia y ante buena parte, la mayor parte de su feligresía, liderar la oposición lo hubiese prestigiado?
Hay una respuesta común a todos estos personajes: no es su simpatía para con los homosexuales ni tampoco la convicción de que el “matrimonio gay” sea necesario: lo que comparten es
su convicción de que nadie se puede sostenerse en la vida pública si no es con la bendición del “gay power”. Así lo han aprendido algunos en cabeza propia, otros en cabeza ajena.
Por eso, cuando leíamos en estos días declaraciones doloridas de distintos católicos ante el escándalo de la catedral de Córdoba, no solo de los sectores más enfrentados con Francisco, sino hasta del oficialísimo e importante portal
Infocatólica de España, donde su director reconoce que
“Algo pasa en nuestra Iglesia para que cosas así ocurran sin que haya consecuencias graves para quienes lo han consentido”, nos planteamos una explicación que resulta ser bastante sencilla.
Para entenderla hace falta sustraerse al lavado de cerebro de la publicidad “pro gay”, dejar de lucrar con los beneficios de una actitud “gay friendly” (o sea, tratar de captar su benevolencia) y una vez purificada la mente y la voluntad, comprobar el inexplicable alcance de este tentáculo monstruoso. Hechos los cuales ejercicios llegamos a una rápida respuesta
: estos personajes, haciendo gala del más crudo pragmatismo, ceden ante una organización poderosa que se les presenta como invencible.Los políticos amorales se amoldan fácilmente: es un poder “misterioso” con el que deben contar. Pueden lavar sus consciencias mintiéndose no se qué derechos y progresos. Tienen el problema resuelto.
Pero los católicos en general, los obispos, el papa… Pues bien, ellos
no tienen el problema resuelto, tienen, sí, la mayoría de ellos
la determinación de no enfrentar al misterioso tentáculo. Algunos porque su cerebro ha sido lavado por la publicidad
pro gay. Otros, convencidos de que no se puede sobrevivir sin negociar, puede creer hacerle un bien a la Iglesia, caso que registra antecedentes. Muchos tienen terror de señalarlos y como consecuencia, ser triturados por los engranajes de la propaganda y los medios.
Un clero cada vez más degradado doctrinalmente que no puede siquiera imaginar plantarse frente a un “reclamo popular”, como puede ser la “comunión para los divorciados”, ¿hará frente a un menos popular pero mucho más poderoso “
gay power"? Recordemos que la mayoría de nuestros obispos son hábiles políticos. O al menos políticos, antes que pastores.
El homosexualismo no es popular, está impuesto por un
comisariato ideológico que busca y castiga a los transgresores. Resultan más frágiles para enfrentarlo los que tengan una exposición más “pública”: en la política, en la Iglesia, en los medios, en la escuela… domina el terror a decir algo que irrite al “
gay power”. Los delatores abundan y los organismos represivos “legales” como las “secretarías o comisiones antidiscriminatorias” tienen una ecuanimidad CERO.
Solo les interesan los casos de su propia agenda ideológica.
Las clases populares son las menos contagiadas y todavía lanzan denuestos brutales contra la homosexualidad sin inhibiciones ni temores. Un signo de salud. La clase media lidia ya con la “corrección política”, aunque en confianza muchas veces brama contra los mismos que honra en público. Muchos políticos también. Es decir, el “
gay power” es odiado en general. Y si algún día los famosos “linchamientos” –que no son tales- se orientasen a otros rubros, yo temería por muchos de sus defensores públicos. Pero hoy se sienten impunes y libres de hacer lo que quieran.
No obstante lo cual, algunas naciones cristianas del África han decidido legislar en contra de esta propaganda, en algún caso pasándose de la raya, aunque así y todo sea un signo de salud.
Otro, más significativo y curioso: el que uno de los pocos jefes de Estado decidido a desafiar al “
gay power” -y tiene con qué hacerlo- se llame
Putin.
Hay días en que Dios nos alegra la vida con alguna de sus paradójicas ironías."