TODOS LOS SANTOS Y FIELES DIFUNTOS.

Al llegar noviembre, el calendario nos trae dos celebraciones de hondo arraigo popular.
La solemnidad de Todos los Santos, el día 1, supone un acto de fe en Jesús, el Señor, y en su Palabra como verdad definitiva. En esta fiesta celebramos a todos aquellos que, a lo largo de los siglos, han seguido las huellas de Jesús, viviendo el espíritu de las Bienaventuranzas. Unos han sido proclamados y reconocidos oficialmente por la Iglesia, otros –“una muchedumbre inmensa”, según el Apocalipsis-, son santos anónimos cuyos nombres están escritos en el corazón de Dios.
En la conmemoración de los Fieles Difuntos, el día 2, la Iglesia ofrece el Sacrificio
eucarístico y su intercesión por los difuntos. Reza por ellos, en la esperanza de
la resurrección, porque somos solidarios de quienes hemos amado y ya han muerto.
En las dos celebraciones proclamamos a Cristo, “Señor y dador de vida”.