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Amor o Caridad

El que cree, pero no ama, no puede ser ni discípulo, ni amigo de Cristo, y ni siquiera buen alumno suyo, porque las hermosuras de la fe sólo pueden descubrirse con los ojos del amor.

«Quien no tiene amor, en vano cree, en vano espera… si no se sirve de la fe y de la esperanza para adquirir el amor. Aunque la esperanza es imposible si no hay algún amor, es posible, sin embargo, que no se ame aquello sin lo cual es imposible conseguir lo que propone la esperanza» (S.Ag.)

Siempre que Cristo le da su amor al alma, le da también la gracia santificante, y con ella, una participación en su divina naturaleza, en la medida en que una simple criatura puede recibirla. El amor divino y la gracia santificante nos confiere tal semejanza interior con Cristo, que Él tiene que reconocernos realmente por hermanos suyos e hijos del Padre celestial.

Es propiamente por el amor como el divino Maestro concede a su discípulo una participación real en el tesoro de sus divinas verdades; en efecto, sólo por el amor llegamos a compenetrarnos íntimamente con las grandes revelaciones de la fe. El Señor mismo lo ha afirmado : «A vosotros os llamo amigos, porque todo cuanto oí de mi Padre os lo he dado a conocer» (Juan 15, 13)

«No me elegisteis vosotros a mí; fui yo quien os escogí a vosotros»
La divina amistad con que Cristo nos distingue es tal que «Nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos» (juan 15, 13).

La forma perfecta del amor es el amor de benevolencia, que goza con el bien del amado.

El amor del Hijo de Dios que lo llevó hasta el anonadamiento, hasta la muerte en la cruz, es, sobre todo para el griego, cuyo Dios no ama a los hombres pero sí gusta de que los hombres lo amen, un verdadero escándalo. En realidad nadie nos ha amado jamás con un amor tan inaudito.

«Así como mi Padre me ha amado, así os amo a vosotros» (juan 15, 9). Podemos y debemos amar con el mismo amor del Salvador si, cono Él permanece en el amor del Padre, permanecemos nosotros en su amor. La virtud de la caridad teologal es una participación del movimiento de amor que agita el interior de la divinidad. Así como el Padre con su conocimiento comunica a su Hijo toda su amorosa esencia, y así como el Padre y el Hijo se entregan enteramente en el soplo del Espíritu Santo, asimismo (en la medida en que ello es posible a una simple criatura) el Padre nos da a su Hijo, y el Padre y el Hijo nos dan al Espíritu Santo, de manera que también nosotros podamos entregarnos enteramente a Dios mediante el amor del Espíritu Santo que se nos ha comunicado (Rom 5, 5)

Dios es también el motivo y el objeto de la virtud teologal de caridad, es a Dios mismo a quien podemos amar.

Dios quiere inmensamente que lo amemos, no porque necesita nuestro amor, sino porque Él nos ama. El verdadero amor de amigo pide esencialmente reciprocidad. Cierto que es un gran misterio el que el Dios beatísimo le dé alguna importancia a nuestro amor y el que sea el mismo Dios el interlocutor necesario en el diálogo del amor humano con la divinidad.

Por la virtud teologal de caridad arraigamos en Dios, centro de caridad, por fuerza tendremos no sólo amor a Dios, sino que llegaremos a amar y a querer con Dios cuanto Dios ama y quiere.

«Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Jn 4, 20-21).

«Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros» (Jn 13, 34-35)

La caridad es el alma de todos los mandamientos, cuya observancia es ulteriormente reafirmada, más aún, se convierte en la demostración evidente del amor a Dios: «En esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos» (1 Jn 5, 3). Este amor, que es a la vez amor a Jesús, representa la condición para ser amados por el Padre: «El que recibe mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a él» (Jn 14, 21)

Por #bottegadivina

Bottega Divina es un Canal dedicado a aplicar la tradición moral Cristiana a situaciones críticas en la política y la sociedad. Abogamos y velamos por la aplicación de los principios fundamentales de la sociedad, como el derecho natural, en los ámbitos políticos y sociales.

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