jahfuentes
497

Lo que va de Jorge a Francisco

16.03.13
A las 9:07 AM, por Bruno Moreno Ramos

Ayer, hablando del nombramiento del nuevo Papa, se planteó un tema en los comentarios que me pareció especialmente interesante: si es posible o no predecir cómo será un Papa a partir de su actuación anterior. En este caso y a diferencia de Benedicto XVI, al tratarse de un Papa venido de uno de los “extremos” del mundo, resulta en gran medida desconocido para casi todos, excepto para los de su propio país, que pueden pensar que ya saben todo lo que hay que saber sobre él.
A este respecto, un comentarista, Luis, decía: “Como la muerte, el papado no hace mejores ni peores a las personas, que dependen de la gracia santificante para ello". Aunque hay parte de verdad en esta afirmación, yo creo que deberíamos matizarla mucho. A grandes rasgos, se me ocurren siete grandes cambios que se producen en general cuando un cardenal es elegido Papa y que pueden suponer una amplia brecha entre ambos (brecha que será mayor o menor según las personas, claro). Algunos son sobrenaturales, pero otros son meramente humanos:

- La gracia de estado. Dios da una gracia especial para cada misión en la Iglesia, que se puede aceptar o rechazar. La gracia de estado para un papa es muy especial, por la gran relevancia y la gran dificultad que tiene su misión y conlleva una iluminación específica del Espíritu Santo. Esta gracia es nueva para el elegido y no es posible prever sus efectos.
- Las gracias gratis datae garantizadas por Dios. Es decir, en el caso del Papa, la infalibilidad en las condiciones correspondientes, su autoridad sobre toda la Iglesia, el carisma de ser vínculo de caridad, etc. La fe nos dice que estas gracias están garantizadas por Dios y no pueden faltar. Aunque las gracias gratis datae se dan en favor de otros (como sucede con el poder de perdonar los pecados en un sacerdote, por ejemplo), el contacto con esas gracias es una gran ayuda para el sujeto, a poca sensibilidad cristiana que tenga, ya que percibe de primera mano cómo Cristo perdona, se ofrece al Padre, enseña la Verdad infaliblemente, etc. a través de él.
- Las oraciones de toda la Iglesia. El papa es probablemente la persona por la que más se reza del mundo. En todas las misas, en los rosarios, día y noche siempre hay miles de personas rezando por él… Subestimar la fuerza de esa oración constante de todos los miembros de la Iglesia es pensar como hombres sin fe.
- La “gracia” natural de un nuevo comienzo. A menudo sucede que, desde el punto de vista meramente humano, una nueva etapa en la vida, una nueva ocupación, un nuevo cargo constituyen una oportunidad favorable de renovación existencial. Esto, que nos sucede a todos, a fortiori tiene que pasarle al Papa cuando es elegido.
- La conciencia evidente de las graves consecuencias que tienen los propios actos. El Papa no puede ignorar que sus decisiones afectan a todos los católicos y a toda la humanidad. Hasta los signos litúrgicos le recuerdan que tiene la autoridad suprema en la Iglesia y no puede trasladar los problemas a una instancia superior. En una persona buena y sinceramente cristiana, como han sido todos los papas de los últimos siglos, eso supone una clara conciencia de la grandísima responsabilidad que tienen sus actos.
- La oportunidad de contar con los mejores consejeros de la Tierra. Un cardenal tiene que trabajar con el clero de su diócesis, a lo sumo unos cientos de sacerdotes. El Papa, en cambio, puede elegir sus colaboradores entre los mil millones de católicos que hay en la tierra. Puede traer junto a sí al confesor más santo de la Iglesia, elegir cardenales a los mejores obispos y teólogos del mundo, nombrar como responsables de las diversas Congregaciones vaticanas a las personas más preparadas. Es decir, puede contar y a menudo cuenta con los mejores consejeros de la Tierra.
- El escrutinio de toda la Iglesia y del mundo entero. Pocas personas habrá en la Tierra cuyos actos sean más examinados y criticados que el Papa. Para la gran mayoría de las personas, exceptuando quizá a los santos y a los locos, el hecho de saber que sus acciones serán medidas, criticadas y evaluadas por todo el mundo influye bastante.
Todos estos factores, y otros que podrían añadirse, hacen que piense que es bastante arriesgado prejuzgar a un Papa por su historia anterior. Yo personalmente no me atrevería a hacerlo. Sin duda, habrá muchos puntos de continuidad, pero las diferencias pueden también ser muy grandes.
En este sentido, me permito aconsejar a los lectores que consigan y lean la obra de teatro Becket o el Honor de Dios, del gran dramaturgo francés Jean Anouilh. Es una obra magistral, tanto desde el punto de vista literario como desde el punto de vista de la fe.
Se centra, precisamente, en el gran cambio que se produce en Tomás Becket. Siendo un amigo fiel del rey, que le apoya en todo, Becket es nombrado Arzobispo de Canterbury por decisión del propio rey… y ya nada es igual. El celo por el Honor de Dios transforma a Becket y le lleva a enfrentarse al rey hasta la muerte, literalmente. Si no han leído esta obra, háganlo, ya sea en español o, preferiblemente, en francés.
Y, en cualquier caso, recemos todos por nuestro Papa Francisco, caballero del Honor de Dios.

________________________________________________________

Bruno Moreno Ramos es laico y ha sido bendecido por Dios con tres hijos y una esposa mucho mejor de lo que merece. Es físico y teólogo, además de trabajar como traductor e intérprete jurado. A pesar de su escasa habilidad literaria, se empeña en ofrecer al mundo sus ocurrencias sobre todo y nada en este blog, siempre desde la fe católica y la razón. También colabora regularmente con Radio H.M. Para purgar sus pecados, forma parte del Consejo de Redacción de InfoCatólica.

Su correo electrónico es gloria.tvespadadoblefilo@hotmail.com.

infocatolica.com/…/1303160907-lo-q…

Fuente de foto:
Este es Francisco