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B.Martinu, Sinfonía nº 6 Fantasias sinfónicas. Bohuslav Martinů (Polička, Bohemia, 8 de diciembre de 1890 – Liestal, 28 de agosto de 1959) fue un compositor checo. Biografía Estudió brevemente en el …More
B.Martinu, Sinfonía nº 6 Fantasias sinfónicas.

Bohuslav Martinů (Polička, Bohemia, 8 de diciembre de 1890 – Liestal, 28 de agosto de 1959) fue un compositor checo.
Biografía
Estudió brevemente en el Conservatorio de Praga y continuó sus estudios por su cuenta. Se fue de Checoslovaquia a París en 1923, donde se convirtió en pupilo de Albert Roussel. Cuando el ejército alemán tomó París en la Segunda Guerra Mundial huyó al sur de Francia y después, en 1941, a Estados Unidos, donde se asentó en Nueva York con su esposa francesa. En los años siguientes vivió en Suiza muriendo en ese país en la ciudad de Liestal el 28 de agosto de 1959. Fue un compositor prolífico, escribiendo más de 400 obras. Fue menos conocido que su compatriota, Leoš Janáček, pero muchos de sus trabajos son habitualmente interpretados, como su trabajo coral, La Epopeya de Gilgamesh; su ciclo de seis sinfonías; sus conciertos, incluyendo uno de violonchelo, violín, oboe y cinco de piano; y su música de cámara, que incluye siete cuartetos de cuerda y una sonata para flauta, entre otros muchos trabajos. El catálogo completo de las obras de Martinů ha sido realizado por el musicólogo Harry Halbreich que utiliza como sistema de numeración la letra H seguida del número de obra.

El pasado 28 de agosto se cumplió medio siglo de la desaparición de Bohuslav Martinu, considerado por muchos el último gran compositor checo y sucesor de Smetana, Dvorak y Janacek (si bien los puntos con la obra de éste son menos convergentes). Menos conocido, sin embargo, que estos, Martinu elaboró un impresionante catálogo de 400 composiciones, que todavía atesora muchas obras maestras desconocidas para el público.
Su formación fue curiosa, puesto que comenzó tocando el violín a los diez años, gracias a las lecciones de un aficionado. Aunque ingresó después en el Conservatorio de Praga, sería expulsado por falta de aplicación y tuvo que buscarse la vida en la Escuela de Órgano de Praga para poder subsistir. Por entonces consiguió que le diese clases Josef Suk, el yerno de Dvorak, aunque ciertamente su aprendizaje transcurrió en buena parte de forma autodidacta. A pesar de ello la impronta dvorakiana se deja sentir con fuerza en su producción en la década de los 10 a través de diversos poemas sinfónicos en los que también se revela un apasionado seguidor del impresionismo francés. Martinu compaginó la escritura de estas obras con el puesto de violinista en la Orquesta Filarmónica Checa, pero su deseo de compositor pudo más y en 1923 logró obtener una beca para estudiar durante tres meses en París con Albert Roussel. Este trimestre de estancia en la ciudad de la luz se acabaría prolongando nada menos que 17 años, hasta la invasión de Francia por parte de los nazis.
En la capital gala Martinu comenzó a dar rienda suelta a su fecunda imaginación creativa con un estilo que, por influencia de Roussel, evolucionó de su pasión por el impresionismo hasta aglutinar influencias del jazz, por entonces en boga, del neoclasicismo del Grupo de los Seis y también de los juegos tímbricos y las sonoridades de Bartok. Aunque puede decirse que Stravinski fue una de sus mayores referencias, algo que se podrá apreciar hasta sus últimas obras (y que se observa en algunas de sus sinfonías).
Adscrito al neoclasicismo, al igual que Prokofiev, Shostakovich o el propio Stravinski, Martinu cultivó todos los géneros. Curiosamente, se introdujo en el terreno sinfónico de forma tardía, a los 51 años, algo que no debe chocar demasiado si tenemos en cuenta que Brahms llegaría a finalizar su primera sinfonía todavía más tarde.
El ciclo sinfónico de Martinu está lleno de luces y sombras, a
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