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55 años de Rouvray, la primera residencia universitaria del Opus Dei en París.

Chiqui, “hijo pródigo”. 55 años de Rouvray, la primera residencia universitaria del Opus Dei en París
9 julio 2013

55 años de Rouvray

D. José María en París
El 9 de julio de 1958, D. José María Hernández Garnica dejó reservado el Santísimo en el sagrario de Rouvray, la primera residencia de universitarias en París, situada en el 122 Boulevard Bineau, en Neuilly-sur-Seine.
El “hijo pródigo”
Pero antes hubo que conseguir el dinero necesario para hacer frente a la compra del edificio. Y D. José María no vio otra solución que hacer de “hijo pródigo” y pedir dinero a su madre. Así lo recordaba Doña Adela: “vino a verme y casi sin preámbulos me dijo: «vengo como el hijo pródigo, a pedirte la parte de la herencia que me corresponde». Hablamos de otras cosas, y cuando vi que hacia ademán de irse, le pregunté: «ya sé que no te lo vas a gastar en meretrices y gente así, pero sí que me gustaría saber dónde va mi dinero». Me habló de la casa de París, que se llamaría Rouvray… Le dije: «Curioso. El dinero lo hizo tu abuelo, que era marino, luchando con los franceses, y ahora vuelve a Francia»” (Testimonio de María y Teresa Temes Hernández, recogido en ROTURANDO LOS CAMINOS, de D. José Carlos Martín de la Hoz, pág. 151).
Así lo recuerda Teresa Temes, en la mesa redonda que se celebró en Montalegre el 21 de junio de 2011:
www.youtube.com/watch

La discreción de D. José María
Efectivamente, las primeras mujeres del Opus Dei llegaron a París el 14 de junio de 1958, pero ninguna de ellas supo cómo se había conseguido la casa hasta años después. Amelia Díaz-Guardamino narra lo que le transmitió san Josemaría en una conversación, antes de marcharse a París: “Me contó lo difícil que había sido dar ese primer paso. D. José María, después de hacer muchas gestiones infructuosas, le pidió permiso para «hacer de hijo pródigo» para pedir a su madre, que le diera en vida, la parte de la herencia que le correspondía, y poder cubrir los gastos con ese dinero. Aunque la solución no era usual, se lo concedió, con el fin de que no se retrasara más el traslado de las mujeres de la Obra a Francia. Poco después de mi llegada a París, un día, en una tertulia, hablando de D. José María, conté lo que me había dicho nuestro Padre, y vi cómo se emocionaban, especialmente algunas que estaban en Francia desde el inicio de la labor. «Cuando llegamos aquí sólo sabíamos que alguien había dado una cantidad de dinero muy fuerte, que había hecho posible la compra del inmueble, sin que tuviéramos que soportar intereses y devoluciones de créditos, con los que no hubiéramos podido cargar, por lo escasos que eran nuestros ingresos. D. José María nunca nos dijo de dónde había venido ese dinero, pero yo siempre he rezado por ese o esos bienhechores anónimos», comentaba la responsable de los asuntos económicos” (Testimonio de Amelia Díaz-Guardamino Echeverría, recogido en ROTURANDO LOS CAMINOS, de D. José Carlos Martín de la Hoz, pág. 152).
El regalo de San Josemaría
Aquel primer oratorio contó también con una contribución directa de san Josemaría. El 25 de junio de 1958, D. José María Hernández Garnica celebró en Roma el aniversario de su ordenación sacerdotal. Antes de volver a París, san Josemaría le preguntó qué quería llevarse y D. José María contestó que todo lo necesario para que se pudiera celebrar la Misa en Rouvray. Así lo recordaba Lena Serpa: “Nuestro Padre le dijo que le parecía mucho peso para el viaje, pero D. José María aseguró que no importaba. Así que llegó a París cargadísimo, con un sagrario, todos los vasos sagrados, bandejas, vinajeras, misales y sacras de altar, campanilla, ornamentos de todos los colores litúrgicos, lienzos de altar… Y se puso a fabricar un altar y ¡el retablo! Cuando Ana María y yo llegamos de Roma el 11 de julio, ya se había celebrado la Santa Misa el 9 de julio y el Señor se había quedado en el sagrario” Testimonio de Lena de Serpa, recogido en ROTURANDO LOS CAMINOS, de D. José Carlos Martín de la Hoz, pág. 153).